Las Tunas.- El profesor Luis Hernández Santana es, además de una figura indispensable en la educación tunera, un maestro recordado con sumo agrado. Lo mismo sus ocurrencias en el momento de una clase que los muchos saberes que deleitaban en encuentro casual.
El periódico 26 lo trae de vuelta con estos recuerdos que ha tenido la gentileza de compartir con nosotros Maribel Vázquez, esa mujer dulcísima que fuera su alumna, compañera de labores y amiga entrañable.
Esa es nuestra manera de rendirle tributo a este maestro de Español-Literatura y también de animarlo a usted, querido lector, si está entre los afortunados que fuimos sus discípulos, a contarnos qué recuerda del profe Luis Hernández. ¿Tiene alguna anécdota en el tintero? ¿Se anima a compartirla con nosotros? ¿Una foto?
“Cuando lo conocí, era el director de la secundaria básica Cucalambé, donde yo estudiaba el séptimo grado. Gracias a la sabia conducción de los procesos que entraña esa enseñanza y de la maestría con que sabía conducir al colectivo pedagógico de excelencia y al numeroso y heterogéneo alumnado, su escuela fue seleccionada como la mejor del entonces Oriente Norte para competir con la mejor del occidente, que era la 'Rubén Bravo', de Pinar del Río.
“Se contendió fraternalmente en varios deportes, manifestaciones culturales, trabajos voluntarios, sembrando café en el cordón de La Habana y en conocimientos en el programa televisivo ¿Quién sabe más? Y nuestra escuela, arrasó.
“Estuve allá con más de 60 de mis compañeros en una cita memorable, cargada de canciones y anécdotas llenas de comicidad. El autor de las canciones fue el propio maestro Luis, quien no desperdició ocasión para hacer gala de su creatividad y talento.
“El hijo de Sara, una mujer grande y recia, sufrió ser apartado de su familia paterna porque nunca se sintió orgulloso de su padre, quien tuvo que rendir cuenta ante la justicia revolucionaria por su accionar dentro del ejército de Batista.
“Contaba que había tenido que aprender escritura y ortografía a título personal, y es proverbial cómo se convirtió en alguien sin errores ortográficos, dueño de la perfecta caligrafía Palmer.
“Como maestro, trabajó en Primaria, Secundaria, Preuniversitario y en la Universidad. Fue director de varios centros de distintas enseñanzas y en el municipio Las Tunas ocupó cargos de dirección junto a Nelva del Rosario Peña.
“En el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (Ipvce) fue profesor y entrenador de concurso con relevantes resultados. Su capacidad de trabajo, optimismo, práctica pedagógica singular, compromiso con la Revolución, protectora amistad, capacidad para enseñar con alegría, siempre cuidando de su madre anciana hasta el fin de sus días, son aspectos que lo distinguen como un ser humano muy especial.
“Para mí no solo fue mi maestro de la secundaria o mi compañero de trabajo en el Ipvce, fue como un padre cariñoso que me acompañó en los aciagos días en que perdí a mis padres, y como un abuelo especial para mis hijas, quienes eran las primeras en comer nísperos de su pobre casa de la calle Cucalambé.
“En su última etapa de vida, alcanzó la categoría de máster en Ciencias y laboraba como consultante del instituto superior pedagógico (ISP) Pepito Tey.
“Fue un hombre sencillo y humilde, amante de su madre, sus hijos y su nieto, quien fue su mayor orgullo.
“Este pueblo tendrá que recordar siempre al maestro que enseñó tanto, que inició la escuela dominical en el seminternado Vado del Yeso, con el fin de preparar a los estudiantes de noveno grado para el examen de ingreso de Español al Ipvce; al que impartió las mejores clases, haciendo de ellas una fiesta del conocimiento.
“Recibió múltiples reconocimientos, condecoraciones y medallas; pero lo que más atesoró fue su encuentro con el Comandante en Jefe en un grupo de 300 educadores durante la celebración de una Jornada del Educador.
“Fue alfabetizador, maestro voluntario, dirigente; y estuvo siempre comprometido de corazón con la Educación y la Revolución”.
