Las Tunas.- “Yo quiero atender a los tuneros”, escuchamos con asombro los hijos de esta tierra que representábamos a la provincia en el XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Entonces nos faltaban segundos para conocer a Margarita Ramírez Jaen, licenciada en Educación Superior en Lengua Inglesa, una de las guías del Centro Fidel Castro Ruz (CFCR), en la capital del país.
Ella nació el 22 abril de 1950 en Vázquez, Puerto Padre. En octubre de 1964, con 14 años, La Habana la recibió para estudiar becada en la secundaria básica Rubén Martínez Villena. Esa ciudad cosmopolita, en la que siguió avanzando en su escolaridad, terminó siendo su hogar desde 1975, después de casada.
“Pero voy todos los años a visitar a ‘los míos’ en Las Tunas, me da mucho regocijo. En mi niñez había pobreza, pero fui feliz porque hemos sido siempre una familia muy unida y amorosa. Éramos ocho hermanos y en mi casa se reunían los muchos parientes de mi mamá, alegres y cariñosos. Se derrochaba amor y comprensión”, confesaría después a 26.
Justamente amor brotaba Margarita en su ejercicio de llevarnos por el recinto, explicando cada detalle, saltando a las anécdotas, poniendo su sello personal de desenfado y conocimientos en el decir. Un lugar sagrado, eso comentó.
“Mi llegada a esta institución fue curiosa y especial. Vine acompañando a mi hija, que quería solicitar plaza aquí. La compañera que nos atendió, Guelsy, jefa del Departamento de Información, me preguntó si yo iba a pedir una también y le dije que no, que estaba con mi hija. Le expliqué que era guía de turismo, pero que por la pandemia no teníamos trabajo; sin embargo, no deseaba irme de mi agencia.
“Ella recalcaba que la llenara y yo con mucha altanería le decía que no. A la tercera vez le contesté: ‘Dame esa planilla que por alguna razón tú me insistes tanto’. Yo soy muy intuitiva y pensé: ‘el universo me está abriendo las puertas y eso no se da dos veces’. Fue así que ambas ingresamos en el centro como museólogas, en enero del 2021.
“Nunca imaginé hacer este trabajo, de veras que no, pero hoy me fascina, me apasiona, pues mucho de lo que explico lo viví desde niña y luego de mayor. Todo aquí me hace sentir a Fidel muy de cerca y es lo que transmito a los visitantes, no importa la edad, el sexo, la ideología ni la nacionalidad, que, por cierto, vienen de numerosos países”, contaría a este Periódico horas después del recorrido que se dio gusto en hacer con la “gente de Las Tunas”.
La vimos, la escuchamos narrar con toda admiración el andar de un hombre al que ni sus enemigos le pueden negar su grandeza. Nos hacía pasar a cada sala como si de una aventura se tratase; te creaba la expectación y lo posterior no la dejaba en el terreno de lo incierto. Es realmente admirable la belleza del lugar y la manera atractiva de mostrar la historia no de un mandatario, sino de todo un país y su líder. Y nuestra guía, y nosotros mismos éramos… somos parte.
“Las que más transmiten su legado son las salas Fidel en el Tiempo, que muestran su vida desde que nació hasta que nos dejó físicamente.
“Otra es La Palabra, donde podemos verlo, escucharlo, y somos testigos de su don de gran orador. La sala Solidaridad hace gala de su humanismo, sensibilidad por los pobres del mundo y sus viajes siempre en función de la paz, la amistad y de lograr las buenas relaciones entre los pueblos.
“En la Fidel es Fidel algunas personalidades expresan qué significó para ellos, y se proyectan momentos de su funeral. Hoy no tanto, pero en los recorridos al principio resultaba muy complejo hablar del Comandante, me conmovía que personas de todas las edades y de ambos sexos se emocionaran al punto de empezar a llorar; me era muy difícil no hacerlo también.
“Hoy tengo un poco más de control emocional, pero no quita que muchos terminen el recorrido muy sacudidos. A veces salen de la sala, pues no pueden contener el llanto”.
El tiempo va pasando y nuestra museóloga ni se entera, ella sigue en su “trance” inmutable. “Al guía del CFCR no le puede faltar la sensibilidad, sentir y amar a Fidel, ser revolucionario, amar lo que dice y hace, persuadir, convencer; tener la capacidad de despertar en el visitante el sentimiento de que nuestro líder está en cada rincón del centro, de Cuba, y es universal, un ser humano con dotes excepcionales”.
De paso supimos que el colectivo tiene hasta un lema: “Prohibido no soñar”. Más apropiado imposible.
Llega la despedida y los tuneros nos vamos sintiendo que hemos dejado atrás a una ya entrañable coterránea. Nos prometemos volver a vernos, acá, en la tierra de Vicente García, donde a Margarita le quedan sus hermanos Luciano y Walfrido, la tía Candita y un montón de sobrinos y primos.
Claro, siempre tendrá que volver. En La Habana, dos hijos, una nieta y el esposo aguardan por ella. También la esperan nuevos visitantes del Centro Fidel Castro, que vivirán la dicha de ser guiados por una mujer experta en las artes del encantamiento y con un corazón que late por Las Tunas.