Las Tunas.- Hace unos meses sintió que la misma fuerza que la hacía saltar de la cama en las mañanas se le iba lejos sin que ella pudiera retenerla o, incluso, despedirse. Su padre se fue de este mundo y ahora Idalmis carga una ausencia en el pecho, que solo se consuela con el trabajo de la tierra, el único lenguaje que conoce desde niña y le llegó directamente de su progenitor.
Idalmis Rivero García confiesa que su historia familiar está ligada a la agricultura, siempre supo que su futuro era producir la tierra y hacerlo desde las viejas sapiencias, pero con la aplicación de la ciencia y la técnica a merced de mejores rendimientos.
En su finca Jerusalén, perteneciente a la coooperativa de créditos y servicios (CCS) Mártires de Pino 3, se defiende día a día la innovación. La productora pone su ingenio para hacer parir la tierra en las contiendas actuales, siempre con la premisa de “poner alimento en las mesas de los tuneros y también llevar ganancias al bolsillo familiar”.
“Las labores agrícolas requieren de conocimiento, pero, sobre todo, de ganas de prosperar y de entendimiento con los suelos -asegura Idalmis-. Tengo nueve hectáreas de tierra dedicadas a los cultivos varios, como cebolla, tomate, yuca, frijol, ajo, ají pimiento, remolacha, y acelga.
“No solo siembro, en mi finca hay un terreno destinado al ganado menor que requiere de labor constante y varias personas dedicadas a ello. Ahora mismo hay mucha escasez de fuerza de trabajo y para mantener las cosas a flote hay que estar 'inventando', como dice el cubano.
“Aquí se explota al máximo la agroecología. Utilizamos el compost y hemos visto los resultados de aplicar la materia orgánica. No hay como los biofertilizantes, además, le ahorran muchos recursos al país”.
Desde el año pasado su pedacito de tierra, en las cercanías de La Estrella, del municipio de Amancio, ha hecho historia por cierto “invento” que según ella no tienen nombre. Idalmis sembró 31 surcos de cebolla con una máquina nacida de su creatividad, para agilizar las labores y ahorrar mano de obra.
Su innovación consiste en una rueda de hierro con un pomo de una libra en un costado, y un embudo pegado a la rueda, de manera tal que vayan saliendo por el embudo las semillas de la cebolla y caigan al surco. La máquina tiene delante una pieza que va haciendo el surco y otra atrás que tapa la semilla.
Idalmis asegura que antes del hierro utilizaron la madera con el mismo objetivo y no funcionó. Muchos la criticaban por perder tanto tiempo en un aparato que tal vez nunca serviría, pero sí que valió la pena. Desde que puso en práctica su invento ha obtenido cebollas de hasta ocho onzas y se han multiplicado sus ganancias.
La productora habla con cariño de su compromiso con la tierra, narra el decursar de su estirpe ligado a las mismas tierras que ahora ella siembra. Asegura que ese mismo respeto por la tradición se lo ha enseñado a su hijo y espera que él pueda crear mucho más, para que la finca Jerusalén nunca pierda su legado.
Comentarios
.
Suscripción de noticias RSS para comentarios de esta entrada.