rogelio

Las Tunas.- Se cumplen por estos días 60 años de la Campaña de Alfabetización en Cuba. Sirva la historia que compartimos para agradecer a todos los seres anónimos que desandan estas calles y protagonizaron aquella epopeya que cambió la vida y el futuro del país.

El 16 de diciembre de 1961, en la plaza Calé de esta ciudad, justo cuando los relojes marcaban las 5:00 de la tarde, se realizó el acto oficial por la declaratoria del municipio Victoria de las Tunas como Territorio Libre de Analfabetismo.
Fue, indudablemente, una jornada histórica. Para llegar ahí, seis mil 664 hijos de la tierra de Vicente García González, de edades y procedencias sociales tan diversas como la vida, hicieron verdad el milagro de la instrucción desde el esfuerzo colectivo.
Tras cada uno de ellos hay una historia que encierra el orgullo por formar parte de una de las páginas más icónicas de la entonces naciente Revolución Cubana; y eso, sin miedo a nada, porque más de un susto los sacudió cuando la muerte rondó cerca de los matorrales, ávida.
Entre los determinados, desde que supo de la convocatoria, estuvo el pequeño Rogelio Díaz Castillo. Guapo, sí, imagine que este niño apenas alcanzaba los 9 años de edad y le tocó guerrear, y duro, para conseguir que el deseo de alfabetizar se le volviera posible.
No fue la suya una decisión cualquiera. Rogelio tuvo la fortuna de vivir a plenitud la efervescencia de los tuneros cuando se cayó la dictadura de Batista. También rememora un poco antes, los años inciertos en que se iba solito al platanal del fondo de la casa de su tío Juan Castillo, y cantaba el Himno del 10 de Octubre con los versos cambiados, donde nadie lo oyera, porque su "Patria no era libre hoy". El gesto le nacía, afirma, por la sabiduría que tiene la infancia de notar los sustos alrededor y entender que cuando se habla de alzados, muertos y desaparecidos en tu pueblo, "la cosa" no anda bien.
Pero, sin dudas, con esta edad no siempre es mucho lo que se puede hacer por las causas justas, e irse a enseñar parecía improbable. A su mamá le aseguraron que no procedía. Las brigadas Conrado Benítez no podían aceptar a un pequeño así y, para colmo, asmático. Rogelio recuerda, ahora con una sonrisa, que hasta una vela puso a los santos encima de un escaparate para que le obraran el milagro. Y nada, que aquello cogió candela con vela y todo. Lejos de amilanarse, pensó en secreto que "el asunto se le iba a dar", pues "por algo ardían los santos".
Llegó el día en que partían los seleccionados a Varadero, el sitio escogido para dar la preparación a los alfabetizadores del país; y el permiso, denegado. Rogelio, con la fuerza que da la niñez, agarró el maletín de comadrona de su madre, metió la ropa dentro, se le paró enfrente y le dijo: "¿No me vas a dar dinero?". Ella, consciente del imposible que pretendía su hijo, le puso 1.00 peso en la mano y le soltó: "Ahí tienes". Salió de la casa y ni él mismo sabe cómo, pero se montó en el tren, llegó a Varadero y se sumó a la Campaña de Alfabetización.
alfabetizadorAllá estuvo, entre muchachos mayores que él y regresó con ellos, listo para ser ubicado con sus alumnos. Le tocó la zona de Las Arenas. Todavía tiene muy clara en su mente la imagen del camión en el que salió de frente al Ayuntamiento, de la entrada del camino donde lo dejaron para ir hasta la finca, y del campesino que lo montó en las ancas, porque era gente buena, del campo, e iba para esas rutas.
Lo que casi nadie sabía era que el infante llevaba un cuchillo alistado en el bolsillo del pantalón. Corrían tiempos duros y podía pasar cualquier suceso con los maestros. Había que estar listo… y él no tenía miedo.
Allí no pudo quedarse. A la semana lo devolvieron a Las Tunas porque los analfabetos vivían en zonas intrincadas y demasiado distantes entre sí, no era posible que esa tarea la asumiera un niño. Entonces, lo mandaron para el terraplén rumbo a Palmarito; y para allá se fue.
En ese lugar estuvo varios meses, no recuerda cuántos. Lo acogieron Josefa y Gerónimo, un matrimonio anciano que trabajaba en la estancia, la casa y en todas partes, al punto de que era difícil encontrar la ocasión para enseñarles algo; pero sí, se lograba.
Mirando aquellos años, el hombre que es hoy Rogelio tiene no poco que agradecerles. Si bien él les mostró las vocales y las primeras consonantes, ellos le abrieron las puertas del mundo fascinante del monte, de una vida que estaba cercana a la suya, pero no era igual. Por eso, solo por eso, valía la pena cualquier empeño.
"Aprendí a comer muchas cosas, por ejemplo, ellos hacían el plátano y las otras viandas asadas, eso para mí no existía antes; conservaban todo con sal, porque no tenían refrigerador. Aprendí de religiones, hasta un centro espiritual tenían por allí, era algo muy arraigado; y me encontré por primera vez con la flora y la fauna del campo. Yo nunca había estado tanto tiempo en contacto con los animales y en paisajes tan bonitos.
"Una noche en que estaba durmiendo sentí un ruido bajo la cama y cuando me levanté, era un sapo. Eso, que puede parecer hasta molesto, para mí fue extraordinario, jamás había visto uno así, tan cerca".
Al regresar a Las Tunas, luego de tamaña vivencia, no se acabaron las emociones para Rogelito. De hecho, habían comenzado antes, porque ya cuando se fue a alfabetizar era popular en actos y encuentros diversos, gracias a su poema a la alfabetización.
"Me inspiró Fidel. Recuerdo la primera vez que él habló de la Campaña y dijo que todos iban a aprender a leer y escribir. Me pareció maravilloso y, como me gustaba hacer versos, pues salió el poema.
"Sucedió que la poesía cerraba casi todas las actividades, y estaba en los parlantes en las calles convocando a la gente; muchas veces conmigo ahí, hasta bajo lluvia. Por ejemplo, si se iba a declarar una zona determinada libre de analfabetismo, para allá íbamos. No recuerdo la cantidad de lugares en los que estuve, porque fueron numerosos".
Repasando las páginas del Eco de Tunas se encuentran varias reseñas de la época que citan al niño que declamaba el poema de la alfabetización. Y él, se sabe voz de una historia que ha quedado en el alma de esta comarca.
La Campaña constituyó, quizás, el paso pionero para que se decidiera por el magisterio. Y como él, muchos otros de aquellos muchachos fueron a engrosar la lista de los maestros de este país. Rogelio sí que se lo tomó en serio. Ahora es doctor en Ciencias, profesor emérito, consultante y titular de la Universidad de Las Tunas. Su nombre se inscribe en la génesis de la Educación Superior por estos lares y está también en el nacimiento de cuantiosos y muy nobles procesos.
Sin embargo, le brillan los ojos cuando habla de su primera gran aventura; y da gusto conocerlo y agradecerle. A la vera de gente buena, como él, se construyeron los cimientos de la nueva escuela, que nos ha dado, una mejor nación.

 

 

Comentarios   

Alambre José Pinto
# Alambre José Pinto 18-12-2021 03:26
Viva Cuba, viva la Educación.
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Carlos Raul Camacho Acosta
# Carlos Raul Camacho Acosta 21-12-2021 16:48
Mi querido amigo y camarada Rogelio Díaz Castillo, la Revolución Cubana tiene deudas contigo, una persona con mucho humanismo, bondadosos y con deseo de trabajar. Solidario con sus semejantes y con un gran corazón que que abarca el horizonte y raya con la naciente del Sol. Gracias, muchas gracias por tu trabajo incondicional, creo conocerte y por seo doy fe de tus andanzas. Desde Mérida, Venezuela te deso lo mejor del mundo, mucha salud y larga vida. Cuidate. TQM. DTB. SAludos y Bendiciones. CArlos R. CAmacho A.
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