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Las Tunas.- En los últimos 150 años, el marabú (Dichrostachys cinerea) se convirtió en la planta que más ha proliferado en Cuba, un hecho que preocupa mucho y casi debería avergonzarnos, porque esa especie exótica invasora se ha adueñado de grandes e importantes extensiones de tierra, como el cinturón agropecuario de las provincias de Ciego de Ávila, Camagüey y Las Tunas.

Pasaron muchas cosas en todo ese tiempo, desde falta de motivación hasta la indiferencia, lo que opacó el interés de unos pocos y en muchos lugares creció sin límites de espacio; incluso, en las orillas de las carreteras y las vías del ferrocarril.

Hoy es parte del panorama que se observa mientras las personas se trasladan de un lugar a otro y dentro del paisaje que se aprecia hay más marabú, mucho más.

Exactamente, en el territorio tunero, esa maleza infesta, en diferentes grados, a miles de hectáreas en zonas de los ocho municipios, donde impide mayores resultados en importantes actividades como los cultivos varios y la ganadería; por tanto, es el ejemplar de la flora que más daño ha ocasionado al desarrollo socioeconómico de la región.

En primer lugar, la planta posee características que la hacen superior a las demás en cuanto a la resistencia a la sequía, las plagas y las enfermedades; asimismo, se adapta con facilidad a todos los tipos de suelos, lo que le resulta favorable, teniendo en cuenta que en Las Tunas más del 80 por ciento de estos tiene alguna afectación.

Sus perjuicios se concretan en el desplazamiento de otras especies vegetales y su multiplicación en terrenos limpios a través de las heces fecales del ganado, que come las semillas y las deposita en condiciones de germinación.marabu1

En el enfrentamiento al indeseable arbusto se invierten numerosos recursos como limas, machetes, hachas y productos químicos cuando los hay. También es significativo el esfuerzo de quienes eliminan esa vegetación para transformar el entorno y dar una nueva oportunidad a lo que más se necesita en las circunstancias actuales: la producción de alimentos.

Afortunadamente, la situación parece que va a cambiar, para bien. En la batalla contra el marabú, intervienen varios organismos y entidades de Las Tunas, como el Banco de Crédito y Comercio, con préstamos tentadores; y la Delegación Provincial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, que insiste en el control, no en la eliminación de golpe y porrazo. O sea, disminuir las poblaciones y evitar su reproducción con el uso inmediato de las áreas ya limpias.

En defensa de la planta se puede argumentar que favorece la producción de un carbón de excelente calidad, preferido en varias naciones europeas, y que ha aportado buenos dividendos al territorio. Pero daña más que lo que beneficia.

El municipio de Las Tunas ha sido ejemplo en tal lucha. Ahí están los resultados en las fincas Techo Rojo, Majagual y La Salida, y está el espíritu creador con la puesta en funcionamiento de una chapeadora en un tractor con ruedas de hierro, además del empleo de maquinaria pesada para el desbroce del arbusto.

En fin, al marabú hay que irle de frente, como dicen algunos campesinos, y sin miedo. Esa es la única opción para poner fin a una epidemia vegetal que lastima y merma nuestras verdaderas posibilidades. 

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