Vapor Guadalquivir en que salió de Cuba Vicente García

Las Tunas.- Siempre que se hace una investigación o trabajo periodístico sobre el mayor general Vicente García González se habla, sin falta, de su partida a la tierra de Simón Bolívar, a bordo del vapor Guadalquivir, pero pocas veces sobre las vicisitudes de un viaje de cerca de seis meses, que lo llevó a tocar tierra en puertos de varias islas caribeñas.

Es cierto que salió del puerto de Manatí, el día 7 de junio de 1878. A las 6:00 de la mañana subió a bordo del vapor que soltaría sus amarras del espigón a las 8:00, para hacerse a la mar con rumbo este.

Al amanecer del día siguiente las costas de la primada de Cuba, Baracoa, le daban la bienvenida, para suministrarse de agua, víveres y el imprescindible carbón para el funcionamiento de la caldera que producía el vapor para la navegación. Era el último contacto con la tierra amada.

Por una coincidencia extraordinaria, el barco se llenó de júbilo, ante tanta tristeza, por el abandono momentáneo de la Patria. La esposa del coronel Félix Francisco (Paquito) Borrero Lavadí, daba a luz un precioso niño, al decir del primer biógrafo de Vicente García, Amando Prats-Lerma, en su libro Biografía del mayor general Vicente García, para la Historia de Cuba.

Se dice que el general abrazó a su guerrero, al hombre fiel y le dijo: "Paquito, ya tenemos un nuevo Mambisito para las contiendas por venir…", y le dio a la familia los parabienes, junto a los brigadieres Modesto Fonseca y Payito León y al inseparable ayudante, coronel Pedro Palma.

El día 10 de junio, con viento en contra durante más de 48 horas, el Guadalquivir, llegó a puerto Plata, en República Dominicana. Allí algunos de sus acompañantes, entre ellos Paquito, desembarcaron para fijar su residencia. Pero, sorpresa inesperada, a las 12:00 del mediodía, subía a la nave Carlos Portuondo, acompañado nada más y nada menos que de su esposa Rosa, una de las hijas del patricio tunero, que no veía desde hacía cerca de seis años.

Durante tres largas horas, padre e hija contaron sus cuitas; lloraron y rieron. Se habló de los nietos de los que no estaba al tanto, y solo entonces se dio cuenta que ya tenía 45 años de  edad, y de las muchas cosas de sus hijos que se había perdido.
Pidió a la hija entonces que le hablara del único de sus vástagos que no conocía: María, -quien junto a su madre, 18 años después, estaría tomando la bandera que él dejara en los campos de Cuba libre. Se unieron a las tropas, hasta el final de la Guerra Necesaria en 1898-. Rosa le contó entonces de la niña de 6 años de edad, hacendosa y presumida como la madre.

Después de la salida de puerto Plata, estarían en las islas Santo Thomas, Guadalupe, Vassa y Antigua y Barbudas. Durante ese periplo, pernoctaron en los puertos venezolanos de Carúpano, Barcelona y Cumaná. Para volver a Santo Thomas, y de ahí, finalmente, llegar a la Guaira. Todo esto duró seis largos meses, desde el 7 de junio de 1878 y hasta el 5 de enero de 1879.

Luego de llegar por primera vez a Venezuela, el 22 de junio, los 63 guerreros que lo acompañaban, desembarcaron, para encaminarse a río Chico. Él, por su parte, volvió sobre sus pasos, en una vuelta que se extendió hasta que el día 5 de enero de 1879, al fin, se unió a su esposa Brígida, que llegó al puerto junto a Caridad, su esposo Recaredo Arteaga y la pequeña María.
Desde algunos días ya, andaba el general con su hijo Braulio, que no le perdía ni pies ni pisadas, junto al comandante Joaquín Garay. Pedro, su hijo varón más pequeño, saldría, desde Dominicana a río Chico. En la isla de Santo Thomas, el 30 de octubre, el general quedó enfermo de dolencias estomacales, producto de la disentería sufrida durante los años de la guerra. A su lado permanecieron Braulio y Garay.

Es una incógnita la tardanza del viaje, y las tantas vueltas, pero por lógica y conociendo lo astuto que era el general tunero, soy de la opinión de que lo hizo para despistar a los espías españoles, que de seguro, ya estaban enterado de su salida de la Isla, y de su destino final, y le seguían los pasos. Recuérdese que nuestro Vicente fue uno de los iniciadores de la inteligencia militar en el Ejército Libertador, por tanto, no es de descartar esta hipótesis.

Así como esta otra, que ya desde su partida comenzó a conspirar con los patriotas cubanos que residían en esas islas caribeñas, con el objetivo supremo de tenerlos listos y comprometidos, para cuando fuera necesario acudieran a su llamado. Fueron múltiples los contactos y entrevistas con ellos, en los seis meses de peregrinar.

Durante el viaje, se produjo un momento de suma emoción, y que pone al descubierto el carácter afable, benevolente y sincero del mayor general Vicente García.

El día 12 de junio, al llegar a puerto en Santo Thomas, el general y sus ayudantes fueron invitados a almorzar en la casa del señor Eulogio Rodríguez, al concluir, se dirigió al hotel español Torres, donde habría de pernoctar. Sobre las 3:00 de la tarde, tocó a la puerta un botones, y le indicó que el cónsul de España en la Isla, solicitaba ser recibido. Seguramente pensó que venían a arrestarlo, como ya había ocurrido con otros patriotas, pero no.

En el salón de espera del "Torres" reconoció a Antonino de la Guerra, quien en la toma del convoy de Punta Gorda, el 18 de febrero de 1875, cayó prisionero de las tropas tuneras, y que fuera tratado, según el propio Antonino, "a cuerpo de rey", durante los cuatro días que permaneció prisionero, hasta que fue devuelto al Fuerte del Salado, según explicó luego a sus compañeros de armas.

Antonino, antes de caer prisionero, era miembro del Cuerpo Jurídico de la Corona de España, y cumplió fielmente la promesa hecha al jefe tunero, de no combatir jamás a los cubanos con las armas en la mano. Seguro le recordó al general, que en la vida había olvidado a aquel grupo de cubanos, a los que le debía la libertad y la vida.

Vicente García finalmente llegó a Venezuela por el puerto de la Guaira, el día 5 de enero de 1879, y de allí a Caracas, donde lo esperaban desde el día 2, Brígida y la hija de ambos, Caridad. Se unían así tras seis años de separación, los esposos, y sus cinco hijos sobrevivientes de la malsana obra del coronel Eugenio Loño: Rosa, Caridad, Braulio, Pedro y María.

Comencé hablando del "Guadalquivir" y terminaré con él, ya vimos que no llegó definitivamente a Venezuela en él, sino en el Bermudas. El Guadalquivir fue construido en los astilleros Westervett &Son, de Nueva York, para la Armada Española. Fue botado al agua el 9 de agosto de 1860, y comenzó sus servicios de patrullaje en las costas del Caribe en 1861. Era un vapor a ruedas.
Tenía 49,90 metros de eslora, 6,99 de manga, puntal de 3,15 y un calado de 1,83. Su tripulación estaba integrada por 60 oficiales, clases y marineros españoles y estaba completamente artillado.

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