Las Tunas.- Su novio siempre tenía el mismo tema. Le enseñaba fotos de muchachas de su edad con poses muy atrevidas que había encontrado en la Internet y le pedía que posara desnuda, que lo complaciera, ese sería su secreto.
No pasó demasiado tiempo para que ella se decidiera. Karla (llamémosla así), recreó posiciones y contextos que le quedaban demasiado grandes y dejó su cuerpo expuesto a la confiabilidad del celular de su compañero adolescente. Unos meses después, el idilio de amor se eclipsó por completo. Karla decidió poner distancia en su relación, comenzó el Preuniversitario y nuevos proyectos. Una mañana, en el primer turno de clases, descubrió que sus antiguas e íntimas selfis eran de dominio público.
Sus compañeras de aula la pusieron sobre aviso, alguien había subido sus fotos a la red de redes y ya transitaban de un móvil a otro. Karla, en lo adelante, evitó ir a la escuela. Sintió que casi libraba, hasta que un mal día su desnudez llegó por azar al celular de su papá. La quinceañera terminó hospitalizada en el Hospital Pediátrico de esta ciudad, tras ingerir varios medicamentos, en un intento desesperado por quitarse la vida.
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La noticia estalló como pólvora y amenazó con no olvidarse. Pueblo chico, infierno grande, diría la sabiduría popular. Sucedió sin muchos preámbulos, aunque entre sus compañeros del duodécimo grado se corría el rumor de que ella hacía “cosas” a cambio de recargas al teléfono.
Dicen que fue justamente el hermano de Betsy (llamémosla así) quien llamó desde otro país a su mamá, opacado de la vergüenza, aunque estuviese a millas de distancia, para decirle que estaban compartiendo en Facebook un video de la adolescente masturbándose en el baño de su casa.
Según las habladurías, la madre de la muchacha casi rompe la puerta del baño de una patada para ponerle fin a la “función”. Luego la joven confesó que ese video lo había hecho en una videollamada con su novio, que vivía en el extranjero. Su pareja le había prometido que era solo para darle placer y que no había forma de grabar el contenido.
Si el mal rato en casa fue inolvidable, el lunes en la escuela fue un viaje por el Infierno de La divina comedia. La “talla fula” se esparció de celular en celular y a su paso, en las calles, un viejo estribillo la perseguía: “Voy a publicar tu foto en la prensa, pá que el mundo sepa que tú eres tremenda”.
MI INTIMIDAD ¿SOLO MÍA?
La desventura de Karla y Betsy no es un hecho aislado en nuestro entorno, y ha devenido a nivel global, en un fenómeno cuya incidencia aumenta dejando un rastro de dolor y también, penosamente, de muerte.
Esta práctica en la que una persona genera contenido de índole íntima y sexual para compartirlo de manera voluntaria con alguien más, generalmente con la pareja, se denomina sexting, unión de los vocablos en inglés sex y texting. Se trata, en esencia, de la acción de enviar o recibir imágenes, fotografías o videos de este tema a través del móvil, las redes sociales o cualquier otro medio electrónico.
Pero lo que surge como un intercambio de mensajes, divertido e íntimo, puede escalar de la esfera privada a la pública; basta una simple ruptura y el deseo de una de las partes de causar daño y dolor. En medio de esta vorágine se produce lo que se ha dado en llamar pornovenganza o pornografía de venganza, es decir, divulgar imágenes o videos sexualmente explícitos sin el consentimiento de la persona que aparece en los mismos.
Se trata de una nueva epidemia, a menudo silenciada y cuyas víctimas más comunes son las mujeres. Nombrada igualmente sextorsión es, además, una expresión del machismo y de la violencia de género; a su vez, un mal síntoma de cómo vamos asumiendo el mundo 3.0.
LA HUELLA DIGITAL QUE DEJO, ¿LA QUE QUIERO?
Para Elia Marina Brito Hidalgo, funcionaria del componente educativo del Programa Materno Infantil en la provincia, máster en Psicología y Sexóloga Clínica, la primera reflexión que se impone versa acerca del control parental y el asesoramiento a los hijos para que sean capaces de adoptar la mejor conducta y de calcular los riesgos y las posibles implicaciones de cada decisión.
La terapeuta advierte que el hecho de que alguien comparta una foto “atrevida” con su pareja, no debería tener una interpretación negativa. Los conflictos inician cuando esta se hace pública sin el consentimiento del individuo implicado, o sea, cuando se usa con otros fines, distintos a los que la originaron.
La psicóloga asegura que entre los más jóvenes no siempre existe una percepción construida de lo correcto o lo incorrecto, de lo público y lo privado. Por eso, es de vital importancia la asesoría familiar y de la escuela en estos temas, la supervisión de los adultos, sobre todo, a los adolescentes en las redes sociales; saber quiénes son sus amigos, sus intereses, qué ven, en esencia, ser más proactivos que reactivos.
“Hoy se viven conceptos nuevos, pero hay que reforzar el aprendizaje de que hay acciones que pueden tener consecuencias y dañar la dignidad. Aun en estas etapas tempranas esas cuestiones deben quedar claras.
“Los casos similares que he visto en consulta han sufrido laceraciones considerables, y su autoestima ha quedado devastada. Este comportamiento puede afectar severamente la existencia de alguien y generar rechazo a la vida social, a la figura masculina, trastorno de la alimentación, del sueño, ansiedad…, manifestaciones psicológicas que se pueden agravar con el ciberacoso o bullying (porque también se burlan del cuerpo) que suele venir asociado a este fenómeno.
“Esta vulnerabilidad suele tener un impacto negativo en la seguridad emocional del adolescente, que puede llevar al intento suicida, cuando no se logra afrontar la situación, porque no tiene los recursos necesarios para hacerlo”.
La sexóloga subraya los desafíos y riesgos que el entorno digital supone para este grupo etario que, a menudo, “reproduce patrones no propios de su edad y a veces no entiende las consecuencias negativas que esto le puede acarrear”.
En este sentido, tiene mucho que ver el creciente mercado del erotismo y la sexualización temprana de la niñez y la adolescencia en los predios virtuales y la vida real. A esta reflexión aportaría bastante el detenernos a pensar en la identidad digital que construimos: ¿quiénes queremos ser en la red?, ¿qué imagen de nosotros mismos ofrecemos?, ¿tenemos la madurez y la responsabilidad necesarias? ¿es así como queremos vernos en los próximos cinco, 10 o 15 años?
¿QUÉ HACER? ¿EXISTE AMPARO LEGAL?
Antonio Fernández Bermejo, abogado de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos, con 32 años de experiencia, señala que el mundo de las nuevas tecnologías impone a los operadores del Derecho exigencias que aún están lejos de quedar satisfechas, aunque poco a poco se vislumbran amaneceres.
“Ante situaciones de esta índole, las personas muchas veces no acuden a las autoridades por vergüenza a una mayor exposición pública y ante la familia. Es lo que se conoce como 'las cifras negras del delito', es decir, sujetos que son víctimas de un hecho de este tipo y nunca asisten a las autoridades”.
El experto explica que, aunque el Código Penal Cubano no reconoce la pornovenganza como figura delictiva, este sí establece otras tipificaciones asociadas a sucesos de tal naturaleza; es el caso de los delitos de amenaza y chantaje. El primero de ellos implica solo el acto intimidatorio, mientras el segundo tiene el agravante de buscar un provecho material.
“El que amenace a otro con divulgar un hecho lesivo a su honor y a su prestigio público, para imponerle una determinada conducta, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años. En cuanto al chantaje, Artículo 332 del apartado primero del Código Penal, se instituye la misma pena. En ambos casos, la sanción es de tres a ocho años de privación de libertad si ocurre como parte de un grupo organizado”.
La normativa, explica, sí recoge el ultraje sexual, considerado como un delito menor, para el que se contempla una sanción de tres meses a un año de privación de libertad “o multa de 100 a 300 cuotas al que produzca o ponga en circulación publicaciones, grabados, cinta de video, grabaciones, fotografías u otros objetos que resulten obscenos, tendientes a pervertir o degradar la conducta”.
Fernández Bermejo sostiene que “lo más idóneo siempre es acudir a las autoridades policiales que son las legitimadas y oficialmente designadas para esclarecer cualquier situación de este cariz o de otro carácter que entorpezca las relaciones entre las personas”.
UNA CIUDADANÍA DIGITAL RESPONSABLE
En este asunto, como en muchísimos otros de la vida social, el actuar depende, en gran medida, de la percepción y el nivel de información que tenga cada ciudadano. Para la doctora en Ciencias Jurídicas y docente en la Universidad de Las Tunas, Zahira Ojeda Bello, estas cuestiones no son nuevas, sino que datan del mundo analógico. Ahora, con el boom de las tecnologías, tan relevante es ocuparse del acceso a las mismas como del derecho a la protección de los datos personales en la web.
“Lo más importante para la ciudadanía hoy, al margen de que tengamos o no una Ley de Protección de Datos y de que sea aprobada en el futuro cercano, es, en primer lugar, elevar la percepción de riesgo en el uso de la información personal, y la responsabilidad de qué hacer con ella, dónde, a quién y por qué la concedo. ¿Cómo luego controlo que no sea utilizada para otras finalidades ajenas a las que me animaron a cederla?
“Todo ello implica que perfeccionemos nuestro conocimiento acerca del empleo de esos datos y, sobre todo, de su protección que, esencialmente, le corresponde al titular de los mismos”.
La profesora universitaria menciona también el Decreto Ley 370 del 2019, el cual eleva a rango de norma la Política de Informatización de la Sociedad y establece, desde lo jurídico, aspectos relacionados con el uso inadecuado de los medios tecnológicos. Asimismo, la Ley de Leyes, en varios de sus artículos recoge que cada cubano tiene derecho a la integridad física y moral, la libertad, la justicia, la seguridad y la paz.
“La Constitución aprobada en el 2019 desde el punto de vista social tiene implicaciones significativas. Hay derechos que han sido reconocidos en ese texto que indiscutiblemente se relacionan con la protección de datos personales, como es el derecho a la intimidad, al honor, a la propia imagen, a la voz y a la identidad. Todos esos tienen un derecho diríamos superior, y que ha sido catalogado como el valor supremo: la dignidad humana”.
Son temas, enfatiza, “acerca de los que hay que debatir, intercambiar y pensar debido a su trascendencia social y las implicaciones jurídicas que pueden llegar a alcanzar”.
El Decreto-Ley 35 De las telecomunicaciones, las tecnologías de la información y la comunicación y del uso del espectro radioeléctrico, publicado en la Gaceta Oficial No. 92 de 17 de agosto de 2021, arroja algunas luces al respecto en el Artículo 15 del Titulo II, referido a los deberes de los usuarios cuando utilizan los servicios públicos de telecomunicaciones y las nuevas tecnologías.
Entre los deberes se incluye: “no usar el servicio para realizar acciones o transmitir información ofensiva o lesiva a la dignidad humana; de contenidos sexuales, discriminatorios; que genere acoso; que afecte la intimidad personal y familiar o la propia imagen y voz; la identidad, integridad y el honor de la persona; la seguridad colectiva, el bienestar general, la moralidad pública y el respeto al orden público”.
¿SIN DERECHO AL OLVIDO?
Cada día, muchachas o muchachos tuneros acceden a las redes sociales y consumen, publican o comparten información suya o ajena que quizás en algún momento les provoque algún perjuicio. Los más atrevidos practican el sexting sin plantearse siquiera qué debe quedar en el plano íntimo, en quién puedo confiar o qué podría suceder en un lapso futuro.
Para Karla y Betsy el porvenir lamentablemente vendrá con una buena dosis de remordimiento, pero también con enseñanzas. El secreto de pareja no fue tal y escaló los escenarios públicos. Ojalá en lo adelante ambas se crucen con gente más decorosa.
Por lo pronto, valga la alerta para toda la sociedad y, en especial, para las familias, que más allá de condenar a las víctimas y asumir de antemano posturas moralistas o rígidas al respecto, deben conocer este fenómeno y alertar a los más jóvenes desde el diálogo educativo y previsor.
Los adolescentes son reflejos de su tiempo, y en estos que cursan, más vale poner la lupa en los horizontes digitales, pues con frecuencia resultan ser una jungla peligrosa; máxime hoy, cuando la pandemia de la Covid-19 ha ponderado la supremacía de los entornos virtuales. Allí, en el mundo online, es mejor ser prudentes, y definir de antemano qué información puede ser pública y cuáles cuestiones resguardar, celosamente, con la cláusula de la intimidad.
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