narcisoprecios 2

Las Tunas.- Parece “el cuento de la buena pipa”. No entiendo que no haya nadie que pueda poner las cosas en su lugar y marcar la diferencia. Hasta me atrevo a pedir perdón si alguien me convence de que subirle a un limón -o limoncito- 150 veces lo que cuesta, es justo. Hasta donde sé, la planta de ese fruto se siembra o nace en los potreros, crece y pare por años y no necesita para la cosecha el regadío Fregat o una turbina permanente conectada a la raíz.

Incluso, la mayoría de las veces no hay que recogerlo. Los que caen al suelo llenan bolsos. Igualmente sucede con el aguacate. Después de la primera cosecha, ahí está esperando por la vara para que cada cual haga la ensalada. Nada de grúas mecánicas para recolectarlo ni tanto trabajo agrícola. Esta temporada, al parecer, fue buena. Lo malo es el precio y que no baja a pesar de que ya es el remate de la parición y los pregones son los mismos de siempre. Me ripostaron que quieren sacarle el último quilo a la mata. A nosotros, digo yo.

Un ingeniero agrónomo, bien preparado, excelente persona y comerciante, al interrogarlo explica que factores como la despoblación de los campos (por migrar a la ciudad), la sequía y los altos costos de fertilizantes, insumos y semillas sostienen el encarecimiento de las producciones al pie del surco; unido a la transportación, por el combustible y el pésimo estado de los viales monte adentro.

Ello, según su vivencia, obliga al comerciante (no importa dónde y cómo venda) a poner la tarifa alta, de lo contrario, tiene pérdidas. Un segmento de los sufridos consumidores de salario fijo, sondeo mediante, dice que mientras el Estado tenga redimensionado el valor de las escasas mercancías en sus establecimientos, sean alimentos o artículos industriales, nunca los privados bajarán los importes. Otros consideran que toparlos es casi por gusto, pues se irrespeta esa decisión y los equipos de inspección no desempeñan de manera limpia y puntual sus funciones.

Razones en parte o “a la redonda”, lo cierto es que el costo del plato en la mesa es un angustiante dilema para las familias, sobre todo, en aquellas en las que hay niños, jóvenes y ancianos. Ellos no avizoran alguna señal que traiga alivio. Al contrario, ante la cercanía de diciembre, se preguntan a cuánto se pondrá la carne de cerdo y el frijol del tradicional congrí de fin de año, porque ambos suben, suben y suben.

A la altura de tantos puntos de vista, defensas a ultranza de lo mal hecho, el descontrol y la falta de consideración de quienes detrás del mostrador muestran su poderío económico o se jactan de ser dueños de las ofertas diarias imprescindibles, cuestiono hasta cuándo la demanda dejará de imponerse y se colegiarán números justos y en humano equilibrio con el salario y las pensiones, en contexto real, con mano honrada en el pecho y el sacrificio de escudo.

Son injustificables muchos precios de los escasos e inestables productos alimenticios (léase desde especias hasta frutas). Quienes deciden localmente esta política deberían actuar y no tolerar que se imponga la ley del más fuerte, mientras los particulares podrían hacer catarsis, aplacar la codicia y respetar el principio “ganar, ganar” (que es una metodología enfocada en que las partes involucradas logren culminar un proceso de negociación de manera satisfactoria: uno gana y el otro también).

Cuando alguien suspira impotente frente a la tarima, porque lo que trae en el bolsillo no le alcanza, a muchos escucho justificar el valor en cuestión con “Imagínese, no hay, y el Estado cuando lo saca a la venta, si sucede, lo tiene más alto”. No creo que estas patentes se autorizaron para hacerle competencia al Gobierno y a Comercio. Es una alternativa para complementar las carencias ante las dificultades económicas del país, al tiempo que un segmento poblacional potencialmente útil encuentra una manera honrada de trabajar.

La corrupción no puede permitirse a ningún nivel, menos en momentos de crisis y muy pocas necesidades primarias, elementales, satisfechas. La carne de cerdo, por ejemplo, no es tal, se vende con gordo y hueso a 270.00. ¿Cuánto nos cuesta realmente la libra? ¿El paquete de 10 ó 12 galletas a 150.00 pesos es razonable? Si observas su tamaño, si piensas en la merienda de los niños… tal pirueta del mercado duele al obrero. ¿Merecen o no los precios un análisis aterrizado, cuando se sabe que los ingresos del pueblo no rinden y mil pesos se esfuman en un dos por tres?

Que es un rompecabezas complejo, lo es. Sin embargo, la etapa pospandemia agudiza sus secuelas mientras cada hora de esfuerzos suma doble, principalmente, por los meses de apagones continuos, las espaciadas entregas de módulos y hasta las dificultades con algunos productos de la canasta básica. Si agregamos que una mínima gestión cotidiana genera el doble de los sacrificios habituales, entonces urge ponerle alerta roja al problema, sin paternalismos.

Con todo, y a sabiendas de que las producciones y rendimientos están lejos de lo que precisamos, la carestía de la vida es hoy insostenible. El bienestar social lo exige y hay que mirar profundo a esa población envejecida que, en mayoría, requiere prioridad y es la gestora de sus alimentos. Si alguien gana, tiene que ser el ciudadano de a pie. Yo considero que sí se puede aligerarle la carga. 

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