Las Tunas.- La profesora Mayra Acebo Rivero, de la Universidad de Las Tunas, tiene una sonrisa cálida y su mirada llena de emoción. Recientemente conquistó el Premio Nacional de Pedagogía 2024, y se siente un poco abrumada por la alegría y el cariño que recibe de tantos. Su voz resuena con una mezcla de gratitud y humildad.
“En ese grupo luminoso que tengo, que posee mucho brillo, está mi familia -expresa con voz suave, pero firme-; me han apoyado siempre, desde mi madre, que soñaba con que yo fuera maestra. Cuando era adolescente, no le veía la importancia a ese respaldo, pero ahora lo siento profundamente. He recibido mucho aliento durante estas cinco décadas para ser una mejor docente”.
La guirnalda recién obtenida la ha dejado sin palabras. “Es impactante para mí. Hay tantas personas, tantos maestros en el país…, y que me corresponda ser una de las cinco mujeres que alcanzó este lauro... no puedo creerlo”, confiesa.
Más allá de la emoción personal, siente que tal logro es un tributo a aquellos que han estado a su lado. “Este premio lo comparto con todos ellos”.
Mientras habla de sus pupilos, su rostro se ilumina. “Cada vez que leo los mensajes bonitos que han puesto en las redes sociales, me emociono. Siempre serán mis estudiantes”, pondera, recordando cómo algunos la llaman “mamá”, debido al vínculo especial que ha creado a lo largo de los años.
“Estoy pasando unos días muy bellos de recordación. Me abrazan felices por mi éxito, y eso me da mucho regocijo. Para mí, era algo inalcanzable. Nunca pensé en obtener un galardón de esa categoría. Los maestros trabajamos de manera cotidiana, sin pensar en grandes reconocimientos”, explica con sinceridad.
Sin embargo, cuando llegó la noticia fue como un soplo de aire fresco. “Es una alegría inmensa. En ese premio están tantas personas; inicié mi trabajo hace 54 años como profesora de Historia”, recuerda, enumerando las escuelas donde ha dejado huella.
“Las aulas tenían hasta 50 alumnos”, evoca con nostalgia, mientras trae al presente momentos vividos con aquellos niños que hoy son adultos. “Cuántos intercambiaron conmigo en las clases... Y ahora, cuando me dicen ‘profe, mi profe de Secundaria Básica’, siento una satisfacción enorme”.
Mayra se detiene un instante, como si quisiera guardar cada palabra en su corazón. “No es que yo me lo merezca más que otros; todos los maestros y profesores que han trabajado tantos años en las aulas merecen un premio”, sentencia en la despedida, y la verdad monumental que dice colma todo el espacio.