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Las Tunas.- Los atisbos ineludibles del sol van menguando en la ciudad de Las Tunas. El cielo se vuelve una amalgama de destellos rojizos, aunque muy pocos voltean hacia arriba. Unas horas antes, la urbe expulsaba un hálito ardiente, mas ahora se cuela una brisa fresca y comienzan a despertar los barrios… La “suerte” de la periferia enmascara el peligro real de la Covid-19, y cae la tarde, como cualquier otra…

En el área de Argüelles se rompe el silencio. Los jugadores se acercan. Enseguida arman dos equipos y las canchas de básquet se animan con disputas y el lenguaje coloquial y subido de tono. Dos de los jóvenes llevan sus nasobucos bien atados, desafiando los saltos y piruetas, el resto los muestran a la altura del cuello, cual baberos.

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Una calle más allá el ambiente deportivo sigue ileso. Jóvenes y niños se entretienen con un partido de pelota en la calle, una pequeña comisión de embullo, formada por más infantes, los observa con igual entusiasmo. Nadie les increpa, aunque en las noticias repiten el triste fallecimiento de varias personas.

“Comino, pimienta, sazonador…”. A la voz de un vendedor de especias algunas mujeres se acumulan a su alrededor, un par de ellas no tuvieron tiempo de cubrir sus narices y bocas, igual tocan los productos y debaten sobre su calidad. Corre la voz y la clientela se duplica.

Unas cuadras más adentro, la fila delata la oferta de la carnicería. Finalmente llega el pollo de 20.00 pesos la libra al reparto Fernando Betancourt. Por lo bajo escucho que varios vecinos estuvieron tres días haciendo la cola desde las 5:00 am. El personal de la unidad cuida la separación entre los pobladores.

El ambiente es muy heterogéneo. Una señora de más de 65 años conversa animadamente con otra. Saca de su bolso de nailon una barra (tal vez de dulce de leche), baja su nasobuco y comienza la degustación mientras espera el turno para acercarse al mostrador. Alarga la mano y comparte con otra coterránea. Comen y sonríen. Se escucha una voz femenina que invita a un café desde lejos. Hay mucha incertidumbre entre los presentes. Oigo infinidad de comentarios sobre la escasez de alimentos, la falta de arroz y de viandas que hacen casi imposible armar un menú que involucre en serio al sistema digestivo. Una mujer vaticina “el hambre es peor que el coronavirus”.

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¿ALERTAS, TRANQUILOS O DESPREOCUPADOS?

“En los barrios falta más percepción de riesgo, porque la gente sabe que no le van a poner multas si no trae la boca tapada, que nadie va a venir a revisar si hay o no personas en la calle. Ahora mismo acabo de ver a tres jovencitos que andan con piezas de bicicletas en la mano, tal vez buscando a un mecánico y uno ni siquiera trae protección. Eso sucede porque nadie se encarga de que se cumplan las leyes en las comunidades, se quedan en el centro de la ciudad”, cuenta una vecina que me sugiere que excluya su nombre “porque pueden malinterpretar lo que ella piensa”.

Leydis Gallardo, en las cercanías de Bonachea, asegura que aunque el panorama aún no es perfecto, la población sí ha adquirido más conciencia. “En donde vivo las cosas han cambiado -dice-, antes había niños jugando en la calle, pero poco a poco eso se ha erradicado, noto más responsabilidad".

Luisito Báez apunta que lo que más atenta contra el aislamiento social son las colas por los alimentos. “Mira, se toman medidas, pero falta mucho por concretar. En las carnicerías se siguen haciendo tumultos porque no venden por el número de libreta y eso propicia el reguero. Y sí falta responsabilidad. He escuchado a algunos decir que este virus está limpiando, que solo se mueren los viejos y los enfermos, oiga, qué insensibilidad”.

Jorge Pedro González en Buena Vista cuenta que en el barrio los pobladores salen a cotillear sin nasobucos, que el ritmo es el de siempre, como si no existiera peligro alguno.

Laynet Pompa comparte con 26 Digital que en el centro histórico es donde más personas se pueden avistar, en colas interminables a la puerta de los comercios o haciendo gestiones.

“Es cierto que por la noche la avenida central se ve solitaria, pero por el día la vida sigue, y la gente tiene que salir a comprar lo que necesita; es un riesgo, pero también una necesidad”.

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“LA GENTE NO QUIERE ENTENDER…”

La objetividad de la futura galena Yessica Melvys Calderón advierte que lamentablemente aún no se cuenta con la debida percepción de riesgo que implica una enfermedad tan contagiosa como la Covid-19.

“Falta responsabilidad ciudadana para lograr el aislamiento social -comenta la estudiante de Medicina de sexto año-, lo cual en estos momentos es la conducta necesaria para impedir la propagación de la epidemia en Cuba. Sigo viendo a muchas personas en las calles, pacientes que llegan al Hospital General sin criterio para hacerlo, que incluso, se acercan a pedir recetas.

“En el barrio la gente sigue haciendo visitas y no son conscientes de que la situación epidemiológica de la provincia se ha mantenido estable, pero que no estamos exentos de la enfermedad, que no se pueden descuidar las medidas higiénico sanitarias”.

Desde el municipio de Manatí, el colega Arian Laverdeza Reyes comparte su preocupación por escenarios similares que se gestan en su localidad. Me cuenta que las colas en las tiendas recaudadoras de divisas propician los tumultos, que los pobladores no quieren entender… y no se comportan con el cuidado que deberían, que hay hasta quienes llegan al parque en las primeras horas de la mañana y regresan a su casa entrada la tarde.

Lastimosamente, una buena parte de la población tunera, ahora mismo, no le confiere a la Covid-19 la importancia que amerita. Motivados por la necesidad o no, siguen fuera de casa en demasía. Y hasta los mismos que piden a 26 Digital restricciones más severas no cumplen con los principios del aislamiento social.

Los inconscientes están diseminados por toda la provincia, pero los criterios apuntan al hecho de que al interior de muchos barrios a estas alturas todavía se incumplen las leyes establecidas y, por tanto, se impone mayor presencia de las autoridades y un mejor funcionamiento de las organizaciones de masa.

Termina de caer la tarde en mi pedazo de periferia. Ahora hay más gris y menos rojo en el cielo. Me queda el compromiso de transcribir las opiniones atoradas en mi micrófono, pero aún me da vueltas en algún lugar de la memoria la frase de una señora en la cola del pollo: “Que haya confianza en los médicos o el Gobierno, pero que no se convierta en inconsciencia, porque ahí sí no le ganamos nunca al coronavirus”. ¡Qué ajiaco de actitudes en el mismo lugar! y ¡qué sabia puede ser a veces nuestra gente! 

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