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Las Tunas.- Si hay una cultura que causa fascinación, por sus pirámides y misterios, es la egipcia. Pero de ahí a sentir la tierra de Cleopatra como si fuera una extensión nuestra, hay buen trecho. Un tunero, oriundo de Chaparra, ha hecho de la patria del Nilo su segunda casa y, unas veces en Cuba, otras allá, deja huellas en la reproducción de antigüedades egipcias, talento singular en nuestra Isla.

Se trata de Yoandri Pérez Hernández, quien ha donado piezas de su trabajo a la Sala de Egipto que se concibe en el museo provincial Mayor General Vicente García, de la cual ha sido uno de sus impulsores. ¿Cómo llega un muchacho (que no rebasa cuatro décadas de vida) desde un poblado rural hasta la sede diplomática de Egipto en Cuba y al corazón de otro país?

¿Cuál es el origen de esa pasión?

Cuando tenía 6 años de edad mi madre me regaló una Biblia ilustrada. Al ver escenas de la princesa egipcia que lleva a Moisés al palacio, donde se veían columnas con jeroglíficos, me llamó la atención. Desde entonces me interesé por publicaciones afines. Como mostraba interés por las artes plásticas, me acerqué a la casa de cultura de mi localidad y, con ayuda de instructores, aprendí sobre técnica, perspectiva, dibujo... Esos fueron mis inicios en el arte.

Luego, tomaba plastilina y confeccionaba figuras inspiradas en Egipto. Modelaba, por ejemplo, a algún faraón. También participé en eventos provinciales y obtuve premios. Recuerdo una pieza que hice en una piedra que había frente a mi casa. Esculpí la cabeza de Ramsés II, faraón que admiro.

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¿Y qué es lo que te atrae más de esta cultura?

Por un lado, la religión islámica, que practico hace más de un lustro, pues soy musulmán. Pero, en general, su cultura; en especial, la mitología y el arte. Me apasionan la exactitud y calidad de su creación, pues todas sus obras se distinguen. Egipto es una identidad para mí, aunque no reniego de mis raíces como cubano. Resulta -además- una forma de conectarme con los antiguos. He perdido la cuenta de la cantidad de objetos que he reproducido, pero no los comercializo. Al contrario, he obsequiado piezas a amigos de varios países.

Disfruté realizar, por ejemplo, la colección de tesoros del faraón Tutankhamun. Asimismo, he reproducido anillos, artefactos de tumbas, dagas ceremoniales, objetos de oro que se colocaban en el proceso de embalsamamiento... Algunos los he hecho en láminas de aluminio y cubierto con pintura color oro. Mis obras se encuentran en Canadá, Estados Unidos, México, Brasil, Colombia, Venezuela, Marruecos, Alemania y Egipto. Soy feliz cuando gusta el resultado.egiptólogo foto Cortesía del entrevistado 8

¿Estudiaste una manifestación artística en alguna academia?

Quise optar por la Academia de Artes Plásticas de Holguín, pero cuando fui ya habían cerrado la matrícula. Mas, seguí mi camino y estudié Ciencias Médicas. Me gradué como licenciado en Psicología Clínica y ejercí la profesión hasta hace poco. Sin embargo, estando en la Universidad de Ciencias Médicas me escapaba hacia la otrora existente Academia Provincial de Artes Plásticas, donde -sin estar matriculado- tomaba apuntes de clases que recibían alumnos allí. Así fui adquiriendo otros conocimientos. Paralelamente, estudiaba lengua árabe de manera autodidáctica. Me interesaba, sobre todo, la caligrafía y el arte.

¿Qué distingue al oficio de reproducir antigüedades egipcias?

La labor consiste en copiar lo más fiel posible una pieza, pero también respetar la obra, honrar tradiciones, viajar al pasado, sentir el trabajo de los antiguos, aprender... Yo intento cuidar formas, trazos, pigmentación y otros rasgos. Para seleccionar el objeto, lo busco en Google o en literatura impresa. Y, además de la creación, estudio el autor, período, significado, características... En ello he tenido buenos profesores, pero destaca la egiptóloga cubana Julia Calzadilla Núñez, mi tutora de Egiptología hasta la actualidad.

Tengo entendido que has expuesto tus obras en varios lugares...

Sí, es así. El museo provincial Mayor General Vicente García es uno de esos sitios. El Centro Provincial de Patrimonio Cultural me apoyó desde el principio y, gracias a ello, pude realizar allí mi primera muestra. He enviado cartas a diferentes instituciones, lo que me ha abierto puertas. Eusebio Leal, una vez que escribí a la Oficina del Historiador de La Habana, respondió resaltando la importancia de mi trabajo. Además, el centro cultural africano Fernando Ortiz, en Santiago de Cuba, se interesó por mi quehacer, tres de sus especialistas vinieron hasta acá y realizaron el documental Egipto en mí, que se presentó en Camagüey, en El Almacén de la Imagen.

Después participé en un evento internacional en La Habana, donde mostré 13 reproducciones y doné piezas a la Casa de África, pues me percaté de que no había arte egipcio allí. A raíz de eso, me contactó el entonces embajador de Egipto en Cuba, el excelentísimo señor Mohamed Hisham. Ese fue un paso importante para que en la sede diplomática se conociera mi trabajo. Desde esa ocasión he estado muchas veces allí. También he tenido una bonita amistad con el embajador siguiente, Maher El Adawy, quien me designó asesor cultural de la Embajada de su país en suelo cubano.

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Todas estas puertas te hicieron pisar la tierra de tus sueños...

Sí, así es. He tenido la alegría de viajar a Egipto, donde he sido recibido calurosamente por familias de allá. La primera vez que estuve allí, me quité los zapatos para sentir el suelo, no podía creerlo. Recuerdo esa impresión inicial cuando iba camino a las pirámides que, por encima de los edificios, veía su cúspide. Cómo el ser humano pudo hacer semejante maravilla...

He estado, por ejemplo, en el Museo Nacional de la Civilización Egipcia, donde aprecié recámaras con momias de faraones. Pude ver en vivo, a través de urnas de cristal, el rostro de ellos como sucedió con Ramsés II. Ante él, puse la mano en el corazón, para reverenciarlo como lo hacían sus súbditos. Al hacer eso, se acercó un custodio llamado Hassan y me preguntó de qué país era. Le respondí: de Cuba, y hablamos en árabe. Desde ese día, somos amigos.

...

Mientras Yoandri realiza trámites legales para tener ciudadanía egipcia, alienta sus sueños, amparados no solo por alianzas, también por resultados que le han hecho ganar una beca de restauración y conservación en el Gran Museo Egipcio y estrechar vínculos con una corporación especializada en réplicas. Él podría estar horas hablando de pictografías, ceremonias funerarias, tantas cosas... No resulta extraño que en un brazo lleve tatuado el nombre de cierto país. “Amo a Cuba, pero Egipto es la patria de mi corazón, mi tesoro”, resume.

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