Las Tunas.- Siempre está en el librero. No creo que solo en el mío, generaciones de generaciones lo tenemos como un talismán... /guardados en un cristal, los zapaticos de rosa/. Así con cariño, lleno de ese calor tan necesario que él comprendió a tiempo se le debe entregar a los “ismaelillos” que traemos a este mundo, porque el amor es lo único que puede quitarle a la piedra su aspereza.
Y es ese amor profundo a vivir el que hizo a nuestro José Martí el más universal de los cubanos. La semilla que renace cada vez que hojeamos La Edad de Oro. El asombro que nos eriza cuando vemos a los chiquillos de hoy recitar sus versos, representar los personajes de sus cuentos y llevando en la mochila los cuadernos martianos.
Es la certeza de que sus frases enseñadoras cargadas de palabras exactas no tienen tiempo muerto, como esto de ahora, de sentir el 28 de enero como un riachuelo. No importa que la terrible Covid -19 impida las tradicionales cabalgatas reflejando su magnánima obra. O no se efectúen los coloridos y patrióticos desfiles que llenan, con los años, las calles principales de la ciudad y movilizan a estudiantes y pueblo para el homenaje.
No importa. Lo valioso es esto de ver las escuelas abiertas para todos. Sentir las carcajadas y las algarabías de los pequeños frente a las aulas, los círculos infantiles, correteando en las comunidades. O saber, aun cuando existan las manchas en el corazón del sol, que ganamos cada minuto en el programa de vacunación, y que la “Abdala” de refuerzo salva vidas y multiplica esperanzas en el combate diario, algo de lo que nunca estuvo ajeno la existencia del Apóstol.
28 de Enero. Un himno de convocatoria en el mes del milagro mayor, la victoria del primer día. Hoy el travieso Yonatan no saldrá mañanero a estrenar su bigote negro, ni le dirá a Lala, la vecina de los bajos, que irá con María Gladis, que es Pilar, al parque. Ahora su homenaje es más tangible: llevará una flor a su amiga y allí, en la complicidad de la plaza y las libretas, será más hermoso y el sueño de Martí volverá a ser clarín y machete, corneta y manigua. Independencia plena.
Es bueno saberlo eterno en mi librero y las bibliotecas. Es bueno, pero mientras hojeo La Edad de Oro no me engaño. Lo mejor es tenerlo en cualquier parte y hacer su verso corazón y libertad. Suerte nuestra, pienso, la de tener a un hombre sincero de donde crece la palma... y guardados en un cristal los zapaticos de rosa.