Las Tunas.- La laboriosidad es el mayor tesoro de Iraís Jiménez Almaguer, aunque a simple vista se sabe que también derrocha humildad, esa virtud que se refleja en sus gestos y palabras, en la voluntad de siempre ayudar a los demás y en el agradecimiento a Dios.
Hoy Iraís tiene la vida que no soñó porque en sus jornadas había otras prioridades y responsabilidades; pero las circunstancias la llevaron a asumir la gestión de la tierra que fue de sus abuelos en Las Pelonas 1, en el Kilómetro 7 de la carretera de Jobabo.
"Estoy trabajando la tierra hace aproximadamente 10 años, cuando comenzaron los primeros síntomas de la demencia de mi papá. Él me encargó el mando de la finca y con esos fines me otorgó un poder especial para que fuera su sustituta en todos los trámites".
El comienzo fue difícil, es la verdad. Mas, no hay imposibles para una mujer que disfruta tener su propio empoderamiento y que lo ha llevado a tan alto punto que acaba de merecer el Premio Nacional a la Excelencia en el Trabajo de la Mujer Productora, otorgado por la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA).
"Hay mujeres que gustan de ser amas de casa y mantenidas; incluso, algunas están siendo discriminadas y temen enfrentarse y luchar. Yo les digo que den un paso adelante, nosotras somos guerreras por naturaleza y todo lo que nos proponemos lo conseguimos cuando le ponemos ganas, fe y amor".
Esos sentimientos son abundantes en la finca familiar de alrededor de 33 hectáreas, junto al ganado mayor, cabras, carneros, aves, cerdos, diferentes renglones de cultivos varios, árboles maderables y frutales, además de plantas ornamentales y medicinales.
En sus tierras y poco a poco, Iraís aprendió cada secreto de los animales y las plantas. También adquirió conocimientos y reforzó prácticas, gracias a la superación que le brindaron ACPA, la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales y el Programa de Innovación Agropecuaria Local.
"Mis días son complicados. Me levanto a las 4:30 am y preparo el desayuno para que mi hijo menor vaya a la Universidad. Luego priorizo las labores más fuertes del campo, antes de que el sol caliente mucho más y hago la limpieza del patio, los corrales y las corraletas.
"Cuento los animales y los atiendo directamente, pues me formé como veterinaria e inseminadora. Curo a los enfermos y los inyecto, reviso los cortes de los ombligos para evitar que cojan gusanos y también cuido con esmero a las preñadas de todas las especies.
"Soy noctámbula y en las noches me acuesto sobre las 12:00 de la madrugada. Hago recorridos por la finca para evitar los robos y volteo a mi papá, quien requiere muchísimo tiempo y dedicación. Súmale la casa, la preparación de los alimentos y el lavado diario de las ropas".
Esta asociada a la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Melanio Ortiz 2, sabe de escasez, dificultades y preocupaciones porque "en el campo nunca se tiene la última palabra. Hay que estar a expensas de las adversidades climatológicas, los imprevistos, las pérdidas de las cosechas y los hurtos.
"Para una mujer es mucho más difícil porque se multiplica la jornada laboral y hay que hacer un gran sacrificio. Sin embargo, me siento superorgullosa de lo que hago, de los premios que he recibido, de mi trabajo y de que mi esfuerzo sirve de inspiración a otros. Esa es mi recompensa".
Cuidar de la familia y servir a los demás es su meta diaria. Su mayor premio, que la comida que produce llegue al plato de otras personas. Por eso, su compromiso es seguir produciendo, "no por amor al dinero, sino por amor al prójimo, a mi tierra y a mi país.
"Me da satisfacción vender mis producciones a través de la CCS; pero disfruto llevarlas a la bodega de mi barrio y venderlas a bajo precio. A veces nos enfocamos en las personas de la ciudad y nos olvidamos de los que tenemos cerca.
"Mi casa siempre está abierta para el que lo necesite, tenga dinero o no. Me gusta servir a los demás. He donado muchos productos a personas en desventaja y lo seguiré haciendo. Eso, mi familia y mis tierras me hacen feliz y me dan fuerzas para seguir adelante".