Las Tunas.- Cuentan que una vaca, otros dicen que una cabra, solía acudir al sitio con periodicidad para saciar la sed; hecho que llamó la atención de los lugareños por la sencilla razón de encontrarse a orillas, casi dentro, de las salobres aguas que bañan las costas de la Villa Azul de Cuba.
Y es que Puerto Padre, en el norte de Las Tunas, también tiene entre sus afamados encantos un pozo de agua dulce dentro del mar que besa a su malecón. La exótica existencia es fuente de innumerables historias que manifiestan y dan vida a enigmas y leyendas alrededor del suceso.
Entre los más reconocidos relatos destaca la presencia del espíritu de una india o ninfa, que en las turbulentas noches de huracanes salía a brindarle el dulce líquido a Maniabo, una especie de agitador de las aguas, que lo bebía para purificar su espíritu y evitar así que su ira se derramara sobre la ciudad.
Tanto era el poder de la ninfa que no solo calmaba el colérico carácter de Maniabo, sino que también perduró por los siglos y aún hoy, según refieren los pobladores de la Villa Azul de los Molinos, sus aguas poseen esencias sobrenaturales y quien tome de ellas estará eternamente enamorado del norteño terruño.
Aunque, como leyenda al fin, el caso puede estar acompañado de elementos fantásticos, nadie puede negar la magia de esa demarcación que atrapa a visitantes de todas partes, muchos de los cuales llegan hasta su malecón a presenciar el enigmático pozo cuando la marea así lo permite.
El popularizado pocito fue escenario de una transformación de la mano del arquitecto Sherly Pérez Ronda, quien proyectó con acertada destreza un rústico molino de piedra y cemento que hace coincidir su centro con el brocal del auténtico agujero.
Si es único o no en la región es una pregunta aún por descifrar, pero sin duda alguna el símbolo ineludible de Puerto Padre es una maravilla natural e, incluso, patrimonial, que se arraigó en la cultura de su gente y forma parte indiscutible de sus fascinaciones y embelesos.
