Las Tunas.- Rodeada de limoneros, guayabos o cafetos pasa la mayor parte de su jornada Arisbel Reyes Cruz, una mujer que disfruta vivir en el campo, lejos del bullicio de la ciudad, y que encuentra la paz, el estímulo y la alegría entre sus gallinas y plantaciones.
A la zona de La Mulata, en el municipio de Las Tunas, llegó por amor hace más de 18 años, cautivada por un hombre de ojos claros como los de ella, quien es su principal aliado en el manejo de las tierras; aunque algo ella ya sabía, por ser hija de campesinos.
"Comencé a ayudarlo en todas las tareas y, especialmente, en la crianza de las aves, en los quehaceres del hogar y en la atención a los obreros. Me fui relacionando con todo y me gustó tanto que empecé yo también a querer luchar por lo mío y ya tengo mis tierras.
"Trabajo en ellas y conmigo lo hace mi hijo. Le doy gracias a Dios por tenerlo aquí; su ayuda me alivia de varias labores. Mi esposo también asume muchas cosas. Este es mi mundo, me gusta y estaré aquí mientras tenga fuerza y salud".
Mediante un usufructo, dispone de siete hectáreas, unas de potrero para las reses y otras para los cultivos varios, sobre todo, de frutales y algo de tabaco, renglón del que ya sembró unas 10 mil plantas.
"Yo aquí me desenvuelvo bastante bien porque me levanto muy temprano cada día; aunque aclaro que siempre es después que mi esposo -lo dice entre risas- porque él es el que hace el café. Luego comienzo con todas las tareas cotidianas de una mujer campesina.
"Pongo a ablandar los frijoles y hago las cosas más urgentes. Rápido me voy al campo y desyerbo; recojo las frutas, siembro, hago lo que corresponda y sea necesario. Luego regreso a la casa y lo demás queda en manos de mi hijo y mi esposo para yo no coger esos soles tan fuertes.
"Por las tardes trabajo también en el campo y en la atención de las aves, lo que es relativamente fácil. Les doy su comida y les cambio el agua para que siempre esté fresca. De los animales grandes se encarga mi esposo, él atiende los bueyes y las otras reses".
Arisbel siempre ve su futuro en el campo porque le gusta muchísimo. Sin embargo, sabe que eso solo lo dirá el paso del tiempo. Asegura que no extraña la ciudad, solo a sus seres queridos, a los que les da una vuelta de vez en vez para disfrutar de su compañía.
"Es que a mí me gusta vivir en el campo, porque aquí se producen renglones que son útiles, para ayudar tanto a los parientes como al pueblo. En estos momentos tan difíciles, una siempre da su aporte mediante todas las cosechas que se entregan a la cooperativa.
"Por eso me siento útil y porque ayudo a la Revolución con mi esfuerzo ahora que se dificultan tantas cosas. Me satisface ver los resultados de los frutales, las crías de las aves y otras producciones. Tener lo que necesito es el mejor motivo para levantarme cada día de la cama y sentirme orgullosa por ser una mujer rural".