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Las Tunas.- No es la primera vez que 26 publica información sobre el proyecto de Resiliencia climática en ecosistemas agrícolas de Cuba (IRES) y su presencia en Las Tunas; una experiencia que involucra apenas a siete municipios cubanos, de los cuales tres pertenecen a nuestra provincia (Jobabo, Colombia y Amancio).

Los implicados son terruños que se consideran especialmente vulnerables en Cuba por el impacto que en ellos tienen la sequía, el alza del marabú y la migración de la población. Asuntos que no pueden estar en un segundo plano dentro de sus dinámicas cotidianas y que requieren trabajo y recursos para ser revertidos.

Todo eso se engrana con acciones asociadas al enfrentamiento al cambio climático, la lucha contra la desertificación y las mil y una maneras posibles de cuidar la vida y el entorno.

El proyecto está activo acá desde el año 2020 y se extenderá hasta el 2027; y puede vivir otra etapa, más allá de esa fecha, si los resultados se van encauzando con un impacto real en la calidad de vida de la gente en esos lugares.

En el municipio de Jobabo, por ejemplo, se ha trabajado en la capacitación y en los primeros pasos de cinco de los seis módulos que comprende la experiencia, pero incluso los rectores de la tarea reconocen que, al contar con alrededor de 30 formas productivas involucradas de distintas maneras en las labores, evidentemente es poco lo que se ha avanzado.

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Yoandry Gras Sianca explicó a 26 que eso, en mayor o menor medida, no solo pasa en Jobabo, y asegura que diversos factores se revisan para encontrar soluciones y avanzar. "Con el tiempo transcurrido y los equipos que nos han dado pudimos haber hecho más, pero sin combustible no se avanza. Es un tema que se está destrabando".

Tractores, motosierras, arados, carretillas y otros recursos modernos y de impacto real para el trabajo del campo han llegado a Cuba de la mano de IRES. En Las Tunas, por ejemplo, se espera comenzar a montar pronto un vivero que resultaría el primero de su tipo en el país. Nos hablan de su capacidad para alrededor de 750 mil posturas, con poca materia orgánica y la posibilidad, en poco espacio, de dar más fuerza a las raíces.

También cuentan de los sistemas de riego con paneles solares y de las mantas impermeables para evitar las filtraciones de agua. Igualmente, nos explican que los costos, desde el 2016 cuando se hicieron las previsiones, han subido notablemente.

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"El mundo está en un escenario de guerra que lo encarece todo; además, vivimos la covid-19, que atrasó muchas cosas. Por ejemplo, con el presupuesto con el que antes podíamos comprar siete viveros, ahora nos da apenas para cuatro".

Y es cierto, puede ser más, pero es un hecho también que lo que está a disposición de los esfuerzos no es poco. ¿Imagina usted la maravilla de contar en nuestros campos con un equipo especialmente diseñado para desbrozar marabú?, pues ese también llegó acá gracias a IRES.

"Tenemos previsto intervenir alrededor de 17 mil hectáreas de marabú como parte del proyecto entre los tres municipios involucrados. Hasta ahora hemos podido hacer tres en 'Amancio', unas 15 en 'Colombia' y unas 19 en Jobabo.

"El equipo desbroza hasta tres hectáreas en una jornada de ocho horas; aunque, si es muy intenso el marabú (como sucede en Jobabo, por ejemplo) hace solo unas dos", insiste Gras Sianca.

La máquina hace una demostración para nosotros. Sabemos que, después de cortado, tiene que darle un par de semanas de sol para secarlo, y entonces otro equipo que está también en el territorio trabaja hasta 40 centímetros bajo tierra para extraer las raíces y va triturando en la superficie, lo convierte en aserrín e incorpora al suelo como materia orgánica.

También aprendemos que, si demora mucho en pasarse la segunda máquina, se corre el riesgo de que el marabú salga de nuevo; por eso el proceso debe fluir con organicidad.

Esta planta es una plaga que se puede mitigar, pero no se elimina. La única forma de controlarlo plenamente -aseguran los entendidos- es sembrando o con algunos animales, como el chivo, que sí se lo come; está probado también que no crece debajo de los árboles, le tapas el sol y se muere.

Escuchar a los expertos y también a quienes están en los campos y creen que es posible, en un tiempo prudencial, cultivar cedros con plátanos, frutos y maíz, por ejemplo, y fomentar siembras todo el año, además de incrementar la cría de animales, alienta.

Por supuesto que todo no depende de los recursos, sino de ponerlos en las manos correctas, liderar con protagonismo y soñar, pero con los pies bien puestos en la tierra.

Hablamos de un pueblo asfixiado por una crisis económica colosal y un bloqueo externo que anuncia tiempos peores; por tanto, todo esfuerzo es poco en nombre del plato de comida que hay que poner en la mesa y de las ansias de bienestar y esperanzas que requieren, para eso, los campesinos cubanos.

 

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