Las Tunas.- Línea divisora de las olas que bañan la costa con la imagen citadina de la hermosa ciudad de Puerto Padre, en el norte de Las Tunas, el malecón se puede divisar, cual elemento distintivo, desde la colina de la avenida Libertad, la más céntrica de las arterias de la urbe.
Como si se tratase del bulevar de la ciudad, sirve de escenario para el esparcimiento de las familias, con la garantía de un paseo seguro y relajante, acompañado de la sutil brisa de la bahía por cientos de metros.
Construido en la primera mitad del siglo XX, el inmueble es hoy centro de encuentros en medio del intenso calor que azota a esos lares; sitio que gana popularidad entre los lugareños por la existencia allí de espacios recreativos, cafeterías, restaurantes y centros nocturnos.
Limitado por las avenidas Libertad y Máximo Gómez, aglutina una considerable parte del centro histórico de la Villa Azul de Cuba, guardián de la colonial arquitectura que la cobija y sigiloso vigilante de los encantos únicos que comprende la tierra del pianista y compositor Emiliano Salvador.
El parque de Los Delfines es uno de los puntos icónicos del malecón puertopadrense y, a la vez, un lugar lleno de añoranza y amor por quienes tienen en él parte de su historia y de aquellos que aún lo prefieren para pasar tiempo junto a los encantos del mar.
Un elemento de lo real maravilloso que acompaña la construcción es la existencia allí del pozo de agua dulce dentro de las aguas de la bahía, sin dudas, uno de los hechizos que atrae cada año a cientos de curiosos de otras latitudes que llegan para observar el fenómeno.
Sello emblemático de Puerto Padre, el malecón forma parte ineludible de la imagen, la historia y el desarrollo socioeconómico de la ciudad; reflejo de una urbe que abraza y siente el mar como símbolo de su peculiar fisonomía.