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Las Tunas.- Durante 15 días, la tunera Marlenis Rondón Rondón laboró de lunes a lunes, bajo intenso sol y persistente lluvia, apoyando la recuperación de los daños causados por el imponente siniestro en la Base de Supertanqueros de Matanzas.

“Salíamos de la villa alrededor de las 7:00 de la mañana y retornábamos en la noche, después de las 8:00”, recuerda, todavía sin poder borrar las desgarradoras imágenes del desastre.

“Yo había estado varias veces en ese lugar y lo admiraba, y lo admiro, por su importancia económica y el entorno acogedor, por eso fue más grande el impacto que recibí cuando llegué después del incendio. La destrucción me conmovió.

Lavigilia2“Trabajé en la recuperación de las áreas donde estaban los tanques que se incendiaron y en medio de un ajetreo indescriptible, grande, porque de manera simultánea se hacían muchas cosas y los riesgos eran latentes. Los últimos días estuve con la brigada de soldadores de la Empresa Constructora y de Reparación de Oleoductos (Emcor) y en la rehabilitación del sistema contra incendios del tanque 56 a los adyacentes de la reserva de gasolina, siempre vigilando el cumplimiento de las medidas de seguridad y protección”.

La convocó la Dirección Nacional de la Unión de Cuba-Petróleo y no reparó en su estado de salud, aquejado de hipertensión arterial y diabetes, que “aunque son una amenaza real mantengo controladas a base de medicina natural”, se jacta y sonríe con picardía.

Cuenta que tomó la decisión sin reparos, pero la consultó con la familia y el apoyo fue total “si te sientes bien y dispuesta, pues pa´lante. Esa fue la respuesta de mis seres queridos conscientes de la urgencia”.

Y la elección no fue al azar. La jovial, hiperactiva y exigente Marlenis hace derroche de energía a sus 60 años de existencia, de los cuales “he dedicado 39 a la apasionante y sensible misión de atender la seguridad y la salud de los trabajadores en la ahora unidad empresarial de base División Territorial de Comercialización de Combustible Cupet-Las Tunas”, comenta y los ojos le brillan de emoción y regocijo.

A esa delicada tarea se dedica desde el 2 de febrero de 1982 y siempre junto a los trabajadores en las quehaceres más peligrosos, corriendo casi los mismos riesgos en faenas en alturas, soldaduras en pailas, en tuberías, en camiones cisternas y cuando se realizan mantenimientos tecnológicos, “velando, a pie de obra, por cada detalle que garantice su protección, porque para exigir hay que ser ejemplo”, dice convencida de ese principio que defiende a capa y espada.

Se incorporó al importante enclave después de vencer los estudios de Técnico de Nivel Medio en Protección e Higiene del Trabajo en el extinto Instituto Politécnico de Estudios Laborales, en la ciudad de Las Tunas, y ya para siempre pactó un convenio de lealtad insuperable con esa profesión.

Refiere que ha tenido varias ofertas de plazas muy tentadoras, “aquí mismo y en otros centros, dice, pero esta es mi casa, su colectivo es mi familia y me apasiona tanto lo que hago, que no la cambio por nada, es como ser maestro, educador y me fascina enseñar, dialogar, dos asuntos básicos para lograr compromisos en cuestiones relacionadas con el bienestar material y emocional de las personas”.

Aunque es muy exigente, sus compañeros la aprecian mucho y ponderan su vigilia constante y protectora, “soy regañona y a veces guapita”, dice, sonríe a mandíbula batiente, y agrega que hasta se pone peleona cuando las cosas andan mal y eso, el colectivo lo agradece.

Atendiendo a las exigencias familiares y a las enfermedades que porta “el año venidero me voy a jubilar. Ya capacito a la joven que me sustituirá. Voy a extrañarlo todo, pero es lo más aconsejable”, afirma con cierta nostalgia y adelanta que estará pendiente y dispuesta a acudir de nuevo a estos escenarios cuando soliciten su presencia.

 

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